Teletrabajo; Lo que Sigue (Parte 1)

Por varias décadas la gente iba a la oficina porque así se trabajaba. Las reuniones eran cara a cara y las labores implicaban mover trozos de papel de una forma u otra.

Con el tiempo, la forma en que se hacía el trabajo y las reuniones se digitalizó progresivamente, pero la mayoría de nosotros seguíamos yendo a la oficina porque, bueno, eso era lo que hacíamos.

De repente, en marzo del año 2020 todo cambió para quienes laboramos en oficinas. La pandemia y el caos económico asociado causaron un trauma financiero y de salud para millones, pero para un grupo considerable y privilegiado, el trabajo se trasladó a nuestras casas. Nuestras labores digitalizadas se ajustaban perfecto con la conectividad a Internet que habíamos instalado en nuestros hogares para divertirnos en los tiempos de descanso y, antes de que nos diéramos cuenta, el “Gran Experimento de Trabajo Remoto” se iniciaba.

Han pasado ya 15 meses de la llegada del Covid 19 a Chile y el “experimento” prosigue. Podemos hacer el trabajo, pero muchos están cuestionando el costo del aislamiento y la disminución de las conexiones que tenemos con nuestros “compañeros de oficina”. Debido a la vacunación masiva, podemos esperar que el distanciamiento social ya no sea necesario, o al menos menos estricto y así conseguir que el volver a la oficina se convierta en una opción y el gran experimento de trabajo remoto llegue a su fin. Sería… la bienvenida del tiempo híbrido.

Es demasiado pronto para conocer cuáles serán los resultados de esto, pero podemos señalar con seguridad que el hecho de que sea seguro ir a la oficina todos los días no significa que todo el mundo lo aprecie de manera automática. Tenemos las herramientas para trabajar de forma remota y hemos demostrado que, en su mayor parte, podemos hacer el trabajo. La pregunta es ¿queremos trabajar siempre desde casa y nuestros empleadores quieren que así lo hagamos?

Dados los matices de opciones disponibles, deberemos pensar detenidamente qué es una oficina y qué valor obtenemos de ella. Esto se aplica tanto a empresas como a empleados. Para algunos, la respuesta es fácil: ¡una oficina no tiene ningún valor! Estas empresas se volverán completamente remotas, tal vez se reúnan algunas veces al año en lugares como el Cajón del Maipo. Para otras empresas, el valor de la oficina era ejercer el control y apresuraban a sus empleados a regresar a la oficina y fingir que el “experimento” nunca sucedió.

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